¡Tan linda que enamora! / Yariguarenda, un paraíso entre el cielo y la tierra

Se trata de un paraje de ensueño, donde se unen la fe y la naturaleza, de la mano del fervor hacia la Virgen de la Peña.

Se trata de un paraje de ensueño, donde se unen la fe y la naturaleza, de la mano del fervor hacia la Virgen de la Peña.


La belleza de las yungas salteñas toma las formas más inesperadas en Yariguarenda, un paraje ubicado entre los cerros del norte salteño, donde la fe y la naturaleza impactan a quien decide adentrarse por esos lares.
Yariguarenda se encuentra a 13 km al norte de la ciudad de Tartagal.

Allí, la belleza de sus paisajes, propios de la selva de montaña, se entremezcla con la fe de miles de fieles que, año a año cada tercer domingo de agosto, peregrinan por la ruta nacional 34 hasta llegar al santuario de la Virgen de la Peña.


Según dicen creyentes y no tan creyentes, la Virgen es muy milagrosa, tanto que su devoción convoca en su día a más de cien mil peregrinos de Argentina, Bolivia y Paraguay, movidos por los cientos de testimonios que, a lo largo de los años, aseguran haber visto a la Virgen en la ladera de uno de los cerros de Yariguarenda.

Cascadas, exuberante vegetación, avistaje de aves, caminatas por senderos, alejados de la tecnología, hacen de este paraje un lugar mágico, ideal para pasar un fin de semana en contacto con la naturaleza y lejos de las preocupaciones y la rutina cotidiana.



Es en medio de esas serranías pedemontanas que en los primeros años del siglo XX, según dice la tradición, comenzaron las apariciones de la Virgen, que más tarde adquirió el nombre de Virgen de la Peña.A partir de allí el imaginario popular fue creando distintas versiones.

Según señala el culto católico, hay referencias documentadas de tales apariciones aproximadamente desde el año 1904.
Se estima que la devoción comenzó entre 1907 y 1908, cuando la Virgen se le aparece a doña Romualda Burgos. Una tarde, mientras la mujer estaba en su patio con familiares y hacheros saboreando unos mates, dirigió su mirada hacia la sierra de San Antonio y comenzó a exclamar que Virgen se hallaba en el cerro.


Se dice que, pese a que sus compañeros no la vieron, la noticia corrió como reguero de pólvora y, desde entonces, comenzó a crecer el fervor, al punto tal que los lugareños consideran la zona como un lugar sagrado.
Como cada año eran más y más los fieles que se acercaban al peñasco para poder observar la imagen de la Virgen entre las peñas, las flores y los musgos de las sierras tartagalenses, en la década del 40 se construyó una pequeña capilla en la base del cerro.

Los misioneros franciscanos son hasta la actualidad los encargados de cuidar el lugar.
El misionero Pedro María Borghini frecuentaba esos pagos durante los primeros años del siglo XX y daba fe de haber escuchado narraciones de abuelos, sobre las hazañas y peripecias de los peregrinos que iban a Yariguarenda.



 Foto: Celina Frers






Foto: Celina Frers



Ellos subían una pedregosa senda al borde de un peñasco, donde contemplaban al frente, en otro peñasco, la imagen de la Virgen,
Las comunidades aborígenes de la zona le rinden un especial culto y hasta para talar un árbol le piden permiso a la Virgen.
“La Virgen es muy milagrosa. Se le pide todo lo referido a la salud, familia, amorosa, pero jamás se le pide dinero o ayuda material , cuenta Juana, una vecina de la ciudad de Tartagal.


Cabe señalar que el paraje forma parte de la reserva natural provincial Yariguarenda. Cuenta con una rica biodiversidad, en pleno corazón de la las yungas salteñas, conocidas también como selva tucumano-oranense o nuboselva.
El clima es cálido y húmedo, con una espesa cubierta boscosa. Allí habitan unas 3.000 especies de plantas y árboles, además de más de 300 especies de aves y 89 especies de mamíferos. La población rural consta de unos 6.600 habitantes.
Fuente: El Tribuno SALTA

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