Un día como hoy: El Milagro metanense que marcó la fe de un pueblo
El 25 de agosto de 1948, a las 3 de la madrugada, la tierra tembló con una fuerza que detuvo relojes, sacudió campanas y llenó de miedo a miles de salteños. Entre la oscuridad, el polvo y las oraciones, nació un pacto de fe con el Señor y la Virgen del Milagro que hasta hoy se mantiene vivo en el corazón de Metán.
La madrugada del 25 de agosto de 1948 quedó grabada para siempre en la historia de Salta y Metán. A las 3 de la mañana, un sismo de 7 grados en la escala de Richter sorprendió a miles de vecinos que dormían, despertándolos en medio de la oscuridad. Las lámparas se balanceaban, las paredes se movían y las campanas de los templos repicaban solas, mientras el reloj de la Catedral quedaba detenido a las 3:10, como un testigo eterno de aquel estremecimiento.
El miedo y la incertidumbre invadieron a la ciudad. Con velas y cruces, muchos vecinos se dirigieron a la Catedral, donde el entonces arzobispo Roberto José Tavella abrió las puertas para contener al pueblo en oración, transformando el pánico en fe y esperanza.
En Metán, el epicentro del terremoto se localizó en la finca "El Rey", causando los mayores daños materiales y pérdidas humanas, además de afectar a las comunidades de Estancia Vieja, Las Víboras y La Trampa. Varias casas se derrumbaron y muchas construcciones sufrieron grietas y daños. En medio de este escenario, el sacerdote José Mir, párroco de la localidad, recordó el momento en que, a las 3:30, un grupo de vecinos llegó a la iglesia para orar de rodillas ante las imágenes del Señor y la Virgen del Milagro, dando origen a lo que hoy se conoce como el Milagro Metanense.
Al día siguiente comenzó la novena de agradecimiento, que concluyó con una procesión multitudinaria de más de 10 mil personas con antorchas encendidas, cantando himnos al Señor del Milagro en las calles. Ese día se selló el pacto de fidelidad que, año tras año, los metanenses renuevan con la tradicional procesión del 25 de agosto, honrando a los patronos que, según su fe, protegieron al pueblo de una tragedia mayor.
Hoy, 77 años después, este recuerdo sigue vivo en la memoria colectiva, no solo como un momento de dolor y miedo, sino como un símbolo de fe, unidad y gratitud que une a generaciones enteras bajo el amparo del Señor y la Virgen del Milagro.