La Leyenda del Cardón: un amor que floreció en los cerros salteños
Entre los valles y montañas del norte, la Pachamama fue testigo de una historia de amor tan profunda que desafió la ira de un cacique y dio origen a una de las leyendas más bellas del folclore salteño. Así nació el cardón, guardián del desierto y símbolo de vida en la sequedad.
Hace muchos años, cuando las tierras de Salta eran habitadas por los diaguitas, una joven hija de un poderoso cacique se enamoró de un humilde artesano. Su amor nació puro, entre miradas tímidas y sonrisas compartidas cada vez que el joven regresaba a la aldea con sus manos manchadas de arcilla y su corazón lleno de esperanza.
El cacique, sin embargo, tenía otros planes: quería que su hija se casara con un guerrero valiente y soberbio. Al descubrir el amor prohibido, decidió desterrar al artesano. Pero los jóvenes, movidos por la fuerza del sentimiento, huyeron hacia los cerros buscando refugio en la libertad.
Cuando el padre descubrió la huida, envió a sus guerreros a perseguirlos. Los enamorados, agotados y sabiendo que serían alcanzados, rogaron ayuda a la Pachamama, la Madre Tierra protectora de los justos. En lo más alto del cerro, levantaron una apacheta -altar de piedras en honor a la tierra generosa- y depositaron allí sus ofrendas antes de ser alcanzados. Entonces, la Pachamama abrió su regazo y los escondió en su interior, protegiéndolos para siempre del enojo del cacique.
Cuentan los ancianos que, cuando el jefe y sus hombres llegaron a la cumbre, solo hallaron la apacheta recién hecha. Días después, en ese mismo lugar, brotó una planta desconocida: un tallo grueso, espinoso, erguido hacia el cielo, como un guardián agradecido. Era el artesano, transformado en cardón, cuidando por siempre los cerros.
Y cuando las nubes se amontonan y el trueno anuncia la lluvia, sobre el pecho verde del cardón florece una flor blanca: es ella, la joven enamorada, convertida en flor por la Pachamama, anunciando la bendición del agua que da vida.
Desde entonces, el cardón se alza en los valles como símbolo de amor eterno y protección.
Fragmento inspirado en el libro "Cosechando Leyendas" de Juan Oscar Wayar.