De Salta al fin del mundo: la réplica de la Virgen del Milagro que un militar llevó al Polo Sur en la histórica Operación 90
Jorge Edgar Leal integró el equipo "Operación 90", la misión que alcanzó los noventa grados en esa latitud el 10 de diciembre de 1965. Argentina mantiene trece bases en la Antártida desde 1904. En 2048 vence el tratado que mantiene desde 1959 un status quo entre las naciones del globo con reclamos territoriales sobre el continente blanco.
En momentos en que se celebra una nueva Fiesta del Señor y la Virgen del Milagro, patronos de la ciudad de Salta, parece pertinente recordar la historia del viaje del militar salteño que "salteñizó" una expedición a la Antártida.
Cuarenta y ocho días después de haber partido desde la base argentina Manuel Belgrano en la Antártida, y tras recorrer 1.450 kilómetros, la expedición "Operación 90" arribó al Polo Sur alrededor de las 9.30 de la mañana del 10 de diciembre de 1965.
Jorge Edgar Leal, que había nacido en 1921 en Rosario de la Frontera, sur de la provincia de Salta, estaba al frente de la misión. Ese día izó la bandera Argentina en uno de los rincones más remotos del globo y luego dejó en la meseta antártica una réplica de la imagen de la Virgen del Milagro. "Ahora los salteños pueden decir que su imagen patrona vela por la patria, desde el mismo Polo Sur", cerró la breve crónica periodística de aquel viernes.
El diario El Tribuno, por entonces propiedad del Partido Justicialista, anunció ese mismo día la proeza que había protagonizado la comitiva que finalmente plantó bandera en el Polo Sur. La pequeña viñeta se encuentra en un ejemplar disponible en el Archivo Histórico de Salta. Es un dato que no figura en las memorias que publicó Leal años más tarde.
Lo que sí contó en sus crónicas, fue que el día más esperado de la travesía había comenzado alrededor de las 9 de la noche, de la jornada anterior. Las horas de oscuridad del verano se perciben en el continente, pero no en la Antártida, que tiene luz solar venticuatro horas durante esa estación que se extiende entre octubre y marzo.
Con 30 grados bajo cero, la expedición viajaba con una "fría y penetrante brisa del noreste", detalló el salteño. Sin embargo, en la madrugada del 10 de diciembre y "luego de cuatro horas de marcha, bajaron los nubarrones. La situación no era la mejor". Bajo esas condiciones meteorológicas, los ayudantes topógrafos no contaban con el sol a mano, única referencia en el cielo para establecer la posición de la expedición en su travesía hacia el Polo Sur.
"Justo en el momento que necesitabamos más que nunca buena visibilidad para orientar nuestros últimos pasos hacia el objetivo, uno de los miembros del equipo, el sargento ayudante y topógrafo Adolfo Oscar Moreno, pudo aprovechar un breve claro en el cielo", prosiguió su relato Leal. Con la ayuda de instrumental de la época logró posicionar certeramente a los vehículos con rumbo al destino 90.
Los expedicionarios se dieron cuenta de que habían llegado al polo geográfico cuando vislumbraron "unas manchas oscuras" que se destacaban en el páramo blanco. "No pueden ser otra cosa que las instalaciones de la semienterrada base norteamericana Amundsen-Scott", escribió Leal. La presencia humana, permanente en esas instalaciones norteamericana, data de noviembre de 1956.
Fue entonces que, como jefe de la expedición, Leal sacó la bandera argentina de su vehículo (apodado "Salta") y elevó el mástil donde estuvo atada toda la travesía, gracias a una improvisada columna que sirvió de soporte. Así permaneció en lo alto por unas horas en la meseta antártica.
Luego se comunicaron por radio con Buenos Aires "para transmitir la novedad", siempre según la crónica de Leal en Memorias de un antártico. Hablaron con el Jefe del Ejército, Pascual Pistarini, aunque no con el presidente de la Nación, por entonces Arturo Umberto Illia. En ese punto, a 2.800 metros sobre el nivel del mar, todos posaron para la foto que más tarde recorrió el mundo, aprovechando que el viento se llevó las nubes hacia otro sector del continente blanco.
Argentina bicontinental
"¡Desde La Quiaca hasta el Polo Sur se extiende la patria!", escribió en clara referencia al proyecto que había impulsado Juan Domingo Perón en setiembre de 1946. Fue cuando por medio del decreto 8944 prohibió en todo el país la publicación de mapas "que no representen en toda su extensión la parte continental e insular (la porción del continente blanco que Argentina reclama) del territorio de la Nación". Después alentó a Hernán Pujato, coronel entrerriano, a llevar a la práctica el plan argentino para aumentar la presencia nacional sobre una porción del sexto continente que todavía el país reclama como propia.
Leal fue parte de ese programa. Pujato lo envió a la Antártida en 1953 a fundar Base Esperanza, que se sumó a las bases San Martín y Belgrano, construidas durante la campaña de 1950. Pero todo aquello quedó trunco después del golpe que derrocó a Perón entre junio y setiembre de 1955. La obligatoriedad de los mapas bicontinentales en todo el país regresó en 2010, durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, con la ley 26.651. El objetivo: mostrar la Antártida Argentina en su proporción real respecto al resto del territorio y defender la soberanía territorial.
Al volver de la expedición, Leal dirigió el Instituto Antártico Argentino entre 1971 y 1990. En la campaña antártica del verano de 1975/1976 el geólogo salteño Ricardo Alonso lo conoció en Isla Decepción. Sabía que andaban con lo puesto porque habían perdido todo su equipo en el Ara Zapiola. Esa nave, que transportaba los equipos de varios científicos y estudiantes avanzados, quedó varada el 10 de enero de 1976 sobre unas rocas desconocidas en el Estrecho de Morton.
Alonso le contó a este diario que Leal estaba recorriendo las bases antárticas cuando desembarcó en la isla. "Tengo entendido que aquí hay salteños", les dijo Leal a la comitiva compuesta por estudiantes y científicos de distintas nacionalidades que viajaron a estudiar el volcán activo en las Islas Shetland del Sur.
"Yo soy uno", le respondió Alonso, por entonces estudiante avanzado de la Universidad Nacional de Salta. "Soy el general Leal", le respondió el militar al mismo tiempo que extendió su mano. "Me quede petrificado. No sabía qué preguntarle. Había sido distinguido (por Arturo Illia) como Héroe de la Nación Argentina", recordó Alonso. "Es una figura que ha quedado en la nebulosa, a pesar de que es bien conocido por los historiadores que investigan el mundo antártico", lamentó luego, al comentar la ausencia de menciones al expedicionario en la trama urbana salteña. La misma nebulosa se extiende a la currícula escolar. "Una de las cosas curiosas de la Operación 90, fue que todos los refugios que armaron y los perros que llevaron tenían una referencia a Salta: Señor del Milagro o General Güemes", cerró.
Héctor Ramírez, docente de la carrera de Historia en la universidad pública salteña, le contó a este diario que encontró una versión del mapa antártico impreso por el Instituto Geográfico Militar -que encabeza este artículo- en un aula cuando dictaba clases para quienes aspiran a ser docentes de Geografía en el Instituto del Profesorado de Salta bajo la órbita del Ministerio de Educación provincial. "Lo atesoro porque es una reliquia y haberlo encontrado tirado confirma que, todavía hoy, nadie le lleva el apunte a la Antártida", reflexionó. "Los mapas son un ejercicio de poder, lo mismo pasa con la toponimia", agregó.
El sitio periodístico DEF informó a finales del año pasado, que personal del Instituto Geográfico Nacional, del Comando Conjunto Antártico y del Servicio de Hidrografía Naval relevarían información en las bases Marambio y Esperanza durante la campaña 2024/2025 para diseñar nueva cartografía del territorio que reclama Argentina. "También buscamos incorporar los topónimos que reflejen la identidad del Estado argentino y que puedan ser una referencia para los investigadores", dijo a Salta/12 el teniente coronel (salteño) Facundo Cassasola, uno de los miembros principales del proyecto. Deesa campaña participan otros salteños, como el sargento ayudante Fermín Ávila.
Geopolítica en el continente blanco
"Nos va a tocar ver el fin del Tratado Antártico y qué poder de turno se hará cargo de los recursos de la Antártida", ponderó el jujeño Alejandro Savarof, analista internacional y especialista en temas del Mercosu.
Savarof recordó que si bien el Tratado Antártico de 1959 congeló los reclamos territoriales y prohibió actividad militar en ese continente, "nadie sabe qué estudia la Base McMurdo", la estación de investigación científica y centro logístico más grande de la Antártida operada por Estados Unidos a través del Programa Antártico de Estados Unidos (USAP). Esa estación abastece la Amundsen-Scott en el Polo Sur. "Un nuevo tratado debería ser más inclusivo y ser discutido por las naciones ante la Asamblea de Naciones Unidas", opinó el especialista al considerar un posible cambio en la relación entre los países que operen en la Antártida.
Carolina Romano, docente de Relaciones Internacionales en la Universidad Católica de Salta, en diálogo con este diario sobre la geopolítica en la Antártida, se refirió a los cambios en la agenda común de los países, la política exterior del gobierno norteamericano con Donald Trump y lo que denominó "un proceso de ideologización" presente en política exterior del Javier Milei. "No es gratis ese alineamiento y supuesto pragmatismo", dijo. Consideró que el cambio estratégico del gobierno argentino tiene un impacto directo sobre reclamos históricos que el Estado mantiene, tanto sobre las Islas Malvinas como sobre una porción de la Antártida.
"Estados Unidos no tiene reclamos territoriales en la Antártida, pero tiene un liderazgo científico establecido y lidera la defensa del Tratado Antártico", recordó Romano. "China, en cambio, presente en la Antártida desde 1985, es vanguardia en temas de cooperación internacional", acotó. Finalmente, consideró que la cooperación será la actitud clave a mantener entre los países con aspiraciones sobre el sexto continente. Hasta el momento, cerca de 70 bases de 31 países operan en sitios puntuales de sus 14 millones de kilómetros cuadrados, una extensión que representa casi 4 millones menos que América del Sur./INFOBAE